#SanMigueldeAllende #Opinión #ColumnadeOpinión RECUERDOS DE LA PRESA ALLENDE Y DE SAN MIGUEL DE ALLENDE CON «MAR DE LIRIO»
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Por: Mía Hernán
SAN MIGUEL DE ALLENDE, GTO., MIÉRCOLES 21 DE AGOSTO 2024.- Este es el primer mar que conocí, playas sin arena, pasto nativo de varas rojas, hojas rasposas sin jugo, una linea de lodo negro nos hipnotiza en la orilla, nos llama a embadurnarnos de pies a cabeza.
Mariposas amarillas que nunca quisimos atrapar, más qué ser revolotedos por esos papalotes que a medias dejaban su silueta en el espejo del agua.
Las pozas, huecos inundados, acunando santuarios de los racimos de hueveras de ranas y sapos, viscosos, suaves, útiles para aventarlos, se pegan en la piel y son fantásticos, sí, eso es asqueroso. Cuándo niños buscamos siempre ese tormento que genera el asco, la repulsión del otro. quien sea, lleva en la punta de una vara una tantarria pedorra, sabandijas destripadas, aquel pájaro muerto que se desvive aventandose del nido. Travesuras que han quedado atrás. A mí sí me dieron un mayate amarrado con hilo, ese fue un juguete, de la temporada en que llueve torrencialmente.

En este mar, fuimos los mejores nadadores, los mejores capitanes de barcos de papel, aquellos que con una lancha de cabo de vela soñamos con barcos de verdad, los que se ven de a deveras en las películas. Un Trafalgar en la presa cada verano, nos hartamos, llenos de vacaciones, toreando las vaquillas, esas que cuidan de lejos los gueyeros, resguardando las tortas de la comida, lo más alto que se pueda, allá de aquel palo de los huizaches, que ni las alcancen las chivas birriondas.
¿Cuántos sobrevivientes de la niñez antigua quedamos?, creo que me van a corregir el término, ahora se les dice las “infancias”, términos que nos alejan de las expresiones regionales heredadas que quien sabe cuantas abuelas a lo largo de la historia de cada familia han cuidado. Los sobrevivientes de aquella niñez sostenemos aún nuestros recuerdos, aunque esos chispazos de memoria apenas brillan, el cuerpo físico no tiene la misma fuerza. habrá quien diga que no se tiene razón y que cuándo abrimos la memoria para contar estás aventuras, más bien estamos inventando cuentos, porque ahora la idea es deconstructiva, el abandono de todo lo pasado, aquello que heredamos de los abuelos, un lenguaje condenado. Se funda un nuevo lenguaje, solo tiene promesas “buenas”, está desconectado de lo cotidiano de lo real.
Nuestros recuerdos pertenecen a un mundo tranquilo, ¿Qué significa que el mundo pueda ser tranquilo?, conocí un San Miguel pequeño, lo más lejano eran los carrizales del arroyo de la aldea ó las cachinches.

Las lluvias llevaron a todos los niños de mi calle a juegos de agua, los barquitos de papel en competencia de diseño y lejanía bajaban por la calle de canal, aguantarían bien, ya remojados se licuaban en los remolinos de nata de hojas y basura.
Desaparecieron los cañitos de las calles empedradas, cuándo llueve y nos agarra el aguacero esperamos que baje el agua y lave todas las calles, no nos dejaban meternos a las aguas primeras que bajaban por las calles, aunque no lo entendíamos esto era una sopa de agua con heces de perro, orines de las calles céntricas, y agua de alcantarilla, al segundo o tercer aguacero ya sabíamos que éramos libres, esa agua nos pertenecía. ¿A dónde pertenecen los niños de hoy?, ¿Acaso podrán jugar de la misma manera, en el chorro de las canales como lo hicimos nosotros?, ¿Dónde estarán los niños que ahora son adultos?, ¿Dónde estarán los que fueron privados de esto?, ¿Qué recuerdos de agua tendrán?.

Sigo visitando la presa, sentándome a la rivera del filo del sol, antes de que se vaya el día. Con poca o mucha agua, seguirán paseando los Sanmiguelenses, viniendo a comer pescado frito, volar papalotes de un hilo de aire, gritos de niños que cuelgan sus risas en el mapa de la tierra, un cielo que este año 2024 nos regala contundentes aguaceros, que están destinados a ser recuerdos de agua, cielos místicos reflejando el dramatismo de nubes en las orillas de este mar de lirio.





